Cultivo de puerro: siembra, suelo, aporcado

El puerro es una planta bienal de la familia de las liláceas, emparentado con otros deliciosos vegetales como la cebolla y el ajo. Son los miembros de la familia más fáciles de cultivar, y aportan sabor y nutrición a la dieta, por lo que si tienes un poco de tierra donde cultivarlos, obtendrás grandes satisfacciones con tu provisión propia. El puerro se cultiva desde la antigüedad y soporta casi cualquier clima, por lo que su uso es muy extendido en el mundo entero.

La planta de puerro, cuyo nombre científico es Allium porrum, puede desarrollarse en varios tipos de clima. Sin embargo, prefiere aquellos en donde las temperaturas y precipitaciones no sean extremas. La planta del puerro tolera de buena forma las heladas ocasionales. La temperatura ideal para el crecimiento de esta planta oscila entre los 15 y 25 grados°, por lo que en zonas templadas puede plantarse durante todo el año.

El puerro se reproduce a partir de la siembra de semillas. Es aconsejable iniciar el cultivo de esta planta en almácigos o en semilleros, y cuando la planta alcance un desarrollo puede ser trasplantado al suelo definitivo. Sin embargo, también es de las pocas hortalizas que pueden desarrollarse sembrando directamente en la tierra.

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Se adapta bien a suelos profundos, sueltos, frescos y ricos en materia orgánica. No se adapta a aquellos suelos con excesiva alcalinidad, ni a aquellos con presencia de acidez, ya que es un cultivo sensible. Tampoco soportan los suelos pedregosos, mal drenados y poco profundos, pues los bulbos no se desarrollan adecuadamente. Elija un lugar soleado donde crezcan las plantas.

Los puerros jóvenes pueden trasplantase cuando hayan alcanzado los 20 cm de altura y sean gruesos como un lápiz. Si el tiempo es seco, riegue la parcela el día anterior a la cosecha. Corte los cabos de las raíces y las puntas de las hojas, después sáquelos, y dispóngalos en hileras con una separación de 30 cm, dejando una distancia de 15 cm entre los trasplantes. Realice un hoyo de 15 cm de profundidad, coloque el trasplante, y después llene poco a poco con agua la cavidad para fijar las raíces. No llene el hoyo con tierra.

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Al cabo de unos días, cuando hayan arraigado, añada tierra a los tallos para cubrir los agujeros y sujetar la tierra. La idea es que los tallos crezcan dentro de la tierra para que no les de la luz directa del sol y se blanqueen para poder usarlos en la gastronomía. Este proceso se llama aporcado y es necesario hacerlo regularmente a medida que crece la planta, agregando tierra cada vez que sea necesario, de manera que solamente sobresalgan de los montones la parte superior de las hojas. Algunos prefieren colocar unos cilindros de cartón alrededor de la planta para obtener una cosecha más limpia, agregando la tierra sobre el cilindro y no directamente sobre la planta.

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Cristian
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