Preparación del suelo para la siembra en la huerta

La forma en que se ha preparado el suelo es vital. Las semillas necesitan calor, humedad y aire para germinar. Cuanto antes rompan sus paredes y formen las primeras raíces y retoños, con más fuerza y rapidez crecerán.

Por consiguiente, el suelo de los cuadros de siembra debe ser fértil y aereado, desmenuzado para que las semillas estén en estrecho contacto con las partículas contenidas en él y rodeadas de un medio que se caliente de prisa al sol.

Cave el suelo bien profundo e introduzca abono fermentado o compost de jardín.

Luego holle los cuadros (para afirmar el suelo) y rastrille la superficie repetidas veces hasta que los 2-5 cm. superiores queden tan finos como el azúcar granulado.

Aplique un fertilizante general de superficie (como pescado, sangre y huesos o harina de pescado) a razón de 70 g. por metro cuadrado, y déjelo actuar.

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Este es el proceso ideal, muy fácil de llevar a cabo en terrenos con suelos arenosos o limos ligeros.

Si su suelo es de arcilla pesada, tendrá que “reconstruir” la superficie. Empiece por cavar el suelo en toda su extensión, añada materia orgánica y por último rastríllelo hasta que la superficie quede los más fina posible.

Extienda una capa de turba de jardín de 5 cm. de grosor sobre toda la superficie  y siembre las semillas. La turba se calienta enseguida de modo que las semillas germinarán rápidamente y las raíces penetrarán en el suelo inferior, donde están los nutrientes.

Al final de la estación, cuando haya terminado de preparar los cuadros de siembra, introduzca la turba con la horca. A lo largo de los años esta se oscurecerá y descompondrá el suelo en un rico limo.

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Si utiliza este método de cubrir la superficie con turba, tendrá que regar copiosamente hasta que las plántulas se establezcan.

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Cristian
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