Cuando se habla de plantas en relación con la vivienda, debe tenerse en cuenta que, más allá de ser utilizadas como un complemento de la decoración, se trata de seres vivos que exigen básicamente aire, luz y alimento.
Cada especie vegetal tiene diferentes requerimientos para vivir y crecer. La clave está en cultivar o adquirir el ejemplar que más se acerque a las condiciones de vida que le brinde el lugar donde se decida ubicarlo.
Por ese motivo, antes de colocar una planta en un sitio sólo por cuestiones estéticas, el primer paso debe ser la observación de dicho lugar: si es soleado, sombrío, cálido, frío, ventilado en exceso o cerrado, para determinar si el mismo ofrece las posibilidades de adaptación y/o subsistencia para esa especie.
También es importante no caer en el error de confundir las apariencias. Mucha gente todavía coloca helechos como plantas de interior en ambientes calefaccionados, pues supone que el calor basta para el crecimiento y desarrollo normal de un espécimen del trópico, pero ocurre que la calefacción es seca y no brinda la cuota de humedad indispensable para su existencia.
Una práctica sana y adecuada para quienes se inician en el arte de cultivar plantas es dar una caminata por los alrededores para observar jardines y balcones para tener una idea de las condiciones de la zona y la adaptación de las especies a aquellas.
En esta recorrida se puede tomar nota de aquellas áreas verdes similares a las que hay en casa en cuanto a tamaño y asoleamiento. También se puede conversar con los propietarios de aquellos para aprovechar su experiencia y sacar conclusiones realistas antes de emprender un cultivo propio.
De este modo es más fácil determinar qué especies se desarrollarán mejor en las condiciones ambientales fijas e inamovibles que imperan en la zona. La lozanía y vigor que muestren las plantas del vecindario pueden ser los mejores indicadores de qué especies son las que ofrecen un mayor margen de seguridad respecto de su cultivo exitoso.
Sin embargo, no hay que limitarse a copiar experiencias ajenas, ya que se puede ensayar con alguna especie en particular y cuyo crecimiento se considere posible en el lugar. En todo caso, si el ejemplar no llega a prosperar, este fracaso será mínimo respecto del total de la plantación y servirá para el aprendizaje.
En cuanto a las plantas de interior, un aspecto importante a considerar es la época en que se trabaja con ellas, sobre todo durante la temporada otoño-invierno.
Si bien estas especies se hallan protegidas de las condiciones climáticas rigurosas de ese período, aún en el interior de casa se registran situaciones que pueden resultar adversas para las plantas, como el exceso de calefacción o las variaciones por las corrientes de aire frío producidas por la apertura de puertas y ventanas. Esto suele afectar la salud de las especies delicadas, como las tropicales.
En primavera-verano el clima es más benigno y sólo es preciso tener en cuenta ciertas condiciones generales que hacen al mejor estado de las plantas: la ubicación y el riego.
La ubicación debe determinase en función de la cantidad de luz que recibe, la existencia de corrientes de aire, y la posibilidad de cambios bruscos de temperatura, entre otros factores.
Cuando la fuente de luz natural es muy definida y la planta se encuentra en una maceta aislada, ésta puede girarse en su lugar y periódicamente (cada dos días, por ejemplo) unos 45 grados para asegurar un desarrollo más parejo.
Esto se debe a que las plantas buscan la luz para cumplir sus funciones viales y sus hojas y ramas crecen o se desplazan hacia donde haya una fuente lumínica natural.
En cuanto al riego de las plantas de interior, la cantidad de agua que éstas requieren está directamente relacionada con su tamaño, la mayor o menor rapidez de crecimiento, y el medio en el que están ubicadas.
Cómo calcular la cuota de riego
Un procedimiento básico para determinar cuánta agua requieren las plantas consiste en regar hasta notar que la tierra está saturada y no absorbe más, aunque sin llegar a formar charcos.
A continuación, se deja pasar varios días observando atentamente hasta descubrir el primer síntoma de marchitamiento del follaje. Entonces se anota cuántos días transcurrieron desde el primer riego, y reduciéndolo un 20 por ciento se determinará la frecuencia más conveniente entre riego y riego. También es conveniente determinar el volumen aproximado de agua, regando con un recipiente adecuado y anotando la cantidad.
Estas son indicaciones generales, por lo que se recomienda asesorarse con el vendedor o el viverista local para conocer con mayor precisión las condiciones de cultivo de cada especie de planta en particular.
Sencillas y claras ideas . Me encantó. Gracias