Las plantas de interior son usadas principalmente para embellecer determinada área de la casa, utilidad que puede perderse cuando el polvo en el ambiente se deposita sobre ellas, haciéndoles perder brillo y colorido, e incluso creando las condiciones ideales para la aparición de plagas o enfermedades. Por eso, es conveniente seguir algunas recomendaciones generales para que puedan conservar su belleza y vitalidad durante el mayor tiempo posible.
La importancia de llevar adelante este trabajo radica en que la acumulación de una capa de suciedad sobre las hojas limitará la cantidad de luz que las mismas reciben, al tiempo que obstruirá algunos de sus poros, perturbando el proceso de fotosíntesis, tan vital para las plantas. Esta situación no suele darse mucho en el caso de los ejemplares que se encuentran al aire libre, donde la acción de la lluvia y el viento suele hacer el trabajo de limpieza de los mismos.
Una de las primeras acciones de limpieza de una planta de interior consiste en eliminar las hojas, tallos y flores muertas, no sólo por una cuestión estética, sino porque de esta forma se evita restar vitalidad a las partes sanas de la planta.
A continuación, se procede a limpiar las hojas con agua y con la ayuda de una esponja, sobre todo en el caso de las plantas con hojas lisas y grandes, y luego se secan utilizando un paño suave y limpio. En este punto es necesario tener en cuenta la calidad del agua que se va a utilizar en el trabajo de limpieza, siendo aconsejable recurrir al agua desmineralizada, que tiene la ventaja de no dejar manchas o aureolas al secarse.
En caso de disponer de ese tipo de agua, se puede utilizar el agua común de la red, dejándola reposar un día antes de su aplicación, o hervirla y usarla cuando ya esté fría. Estos procedimientos son muy útiles cuando se deben utilizar las denominadas «aguas duras», que tienen un alto contenido de cal que suele dejar manchas blancas en las plantas.
Otro método para hacer desaparecer esas huellas alcalinas es trabajar con una combinación de un pequeño chorro de vinagre por cada dos litros de agua.
Donde no puede usarse agua para su limpieza es en las plantas de interior con hojas vellosas, que son muy sensibles al líquido elemento. Por ese motivo, se debe recurrir a un pincel seco o a un pequeño cepillo de cerdas suaves, que se deberá pasar en seco una vez por semana por las zonas donde se forman el tallo y las hojas.