Existe una serie de tareas básicas de jardinería: plantar, regar, fertilizar, eliminar las malas hierbas y controlar las plagas y enfermedades. Pero cuidado: el hecho de que sean básicas no significa que fueran simples o que no requieran una dedicación especial.
1. Plantar:
Antes de comenzar a excavar, es conveniente tener conocimiento cabal de las características particulares de las plantas que se desean cultivar en el jardín, ya que esto permitirá saber las características ambientales más favorables para su crecimiento, como el clima, intensidad de la luz necesaria, temperatura, características del suelo, humedad ambiental, exposición a las corrientes de aire, etc.
Una vez que se cuente con esa información, se puede iniciar el proceso de plantado, que se hace dándoles espacio a las plantas para que se desarrollen bien de acuerdo a su tamaño. También debe tenerse en cuenta que el hecho de sembrar los vegetales muy apretados puede contribuir a la aparición de enfermedades o plagas.
2. Regar:
El riego es otro de los parámetros que depende del origen de cada planta. En el caso de las especies procedentes de climas tropicales, no se debe dejar que que la tierra se seque completamente.
Se aconseja tocar la tierra y comprobar que permanece húmeda entre riego y riego. Esta recomendación no es necesaria para los cactus y algunas crasas, que son capaces de sobrevivir con altos niveles de sequedad.
Es más recomendable regar las plantas de un jardín durante las tempranas horas de la mañana o al atardecer, evitando los encharcamientos.
3. Abonar o Fertilizar:
Las plantas necesitan encontrar en la tierra las sustancias nutritivas y minerales que precisan para crecer y florecer correctamente. Por ejemplo, siempre necesitarán de más alimento durante la primavera, cuando la floración y la producción de nuevo follaje les demandan un mayor esfuerzo. En estos casos ese sería el momento de abonar, aportando al suelo aquellas sustancias mermadas o consumidas.
Para esta tarea básica de jardinería se puede recurrir al abono orgánico (estiércol, mantillo, compost, guano, etc.), siendo conveniente combinarlo con los minerales que la planta no encuentra en la tierra donde se encuentra.
También se puede optar por compuestos de fertilizantes granulados comerciales, muy útiles para equilibrar y enriquecer toda clase de suelos.
4. Eliminar las Malas Hierbas:
Para poder controlar las malas hierbas de forma efectiva y a largo plazo, debe tenerse en cuenta que existen distintos tipos de maleza y diferentes modos de atacarlas.
Para el caso de las malas hierbas de semilla, que suelen florecer en verano, se aconseja no cortarlas mientras están floreciendo, dado que esto potenciará más aún su crecimiento. Es mejor esperar 2 a 3 semanas en primavera antes del sembrado o la plantación. En ese momento se puede eliminar muchas de las malas hierbas que habrán germinado en ese momento, trabajando la tierra con una azada de mano y extrayendo la maleza.
En un jardín también es común encontrarse con malas hierbas de rizoma, que se diseminan principalmente debajo de la tierra a través de sus raíces. Por esta característica, se debe tener especial cuidado de arrancarlas completamente, porque basta que se deje una pequeña cantidad de raíz para que la mala hierba vuelva a aparecer.
Además de la extracción manual, se puede evitar el crecimiento de malezas privándolas de la luz, recubriendo el suelo al pie de las plantas con mantillo.
5. Controlar Plagas y Enfermedades:
Arañas rojas, cochinillas, pulgones, hormigas, babosas y caracoles son algunos de los animales que pueden dañar e incluso matar a las plantas, por lo que se las debe revisar periódicamente para detectar la presencia de estos parásitos.
La primera comprobación del estado de salud debe hacerse el momento de adquirir la planta, observando que no muestre un aspecto descolorido, que no esté roída ni presente acumulaciones de pulgón u otros insectos. Es recomendable mantener la nueva planta separada de las demás durante dos semanas, para prevenir cualquier contagio por alguna enfermedad que no se haya detectado al momento de su obtención.
Ante la aparición de alguna plaga de insectos se puede recurrir a los productos que se comercializan en las tiendas especializadas, aplicándolos mediante pulverización a unos 25 cm. de la planta, para no quemar los tallos y hojas. Como estos insecticidas suelen ser tóxicos y venenosos, pueden ser sustituidos por soluciones ecológicas y caseras, que van desde el empleo de plantas con propiedades repelentes hasta el uso de trampas de colores.
Los hongos son otra amenaza para la integridad de las plantas de jardín, y su aparición también puede prevenirse a través de una buena observación y la aplicación preventiva de fungicidas en aquellas especies de plantas más proclives a sufrir sus ataques. Una medida efectiva para evitar la propagación de las enfermedades causadas por hongos es cortar las hojas atacadas de la planta.