Alergias: Qué es la fiebre del heno

Se conoce con el nombre de “fiebre del heno” a la alergia al polen, que es la reacción exagerada del organismo humano al inhalar el polen suspendido en el aire durante determinadas épocas del año, cuando las especies vegetales se encuentran cumpliendo el proceso de polinización.

Cuando el organismo entra en contacto directo con los granos del polvo generado por los órganos masculinos de la flor, aquellos son identificados erróneamente como una sustancia agresiva.

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Esto provoca la reacción de rechazo del sistema inmunitario a través de una cantidad excesiva de anticuerpos que causa una serie de reacciones, principalmente en las vías respiratorias, con secreciones nasales acuosas, secuencias de estornudos, congestión nasal, además de causar irritación, hinchazón, lagrimeo y picazón en los ojos.

En casos más graves, los síntomas de la fiebre del heno pueden incluir dificultades respiratorias severas como ahogos y sibilancias, y sensación de fatiga durante determinadas épocas del año.

Por este motivo, el polen se encuentra incluido dentro del listado de alergenos más comunes, junto a la caspa de los animales, las picaduras de abejas y otros insectos, los alimentos (frutos secos, pescados y mariscos), medicinas, y plantas urticáceas.

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Ahora bien, no todas las plantas son causantes de la fiebre del heno ni todos los seres humanos son alérgicos al polen.

Las reacciones alérgicas pueden ser causadas al respirar polen de árboles, arbustos, pasto y maleza de especies anemófilas, que son plantas que dependen de las corrientes del aire para transportar su polen.

Por lo general, estos especímenes poseen flores poco vistosas, de un solo sexo, sin olores ni azúcares. Estas flores se sitúan en las zonas de la planta más expuestas al viento. Producen grandes cantidades de polen y son consideradas las principales responsables de las alergias humanas.

Es importante no confundir el efectos de la fiebre del heno con un resfriado común, ya que la alergia al polen no suele generar tos ni dolor de garganta, ni fiebre.

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En caso de que una persona presente los síntomas que hicieran suponer que se está ante un caso de fiebre del heno, lo más recomendable es recurrir a la consulta con el profesional médico correspondiente, a fin de que éste determine primero si se trata de un caso de alergia o si responde a otro tipo de patología, y recomiende el tratamiento corespondiente.

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Cómo controlar las reacciones a la fiebre del heno

Además de la concurrencia al galeno, existe una serie de sencillas recomendaciones que pueden ayudar a controlar las reacciones de las personas alérgicas a la fiebre del heno:

  • Mantener las ventanas y puertas cerradas cuando se tienen problemas.
  • Usar el aire acondicionado.
  • Alejarse de lugares en los que hay mucho polen durante la primavera y el otoño.
  • En lo posible, mantenerse dentro de casa durante las horas de la tarde, que es cuando la cantidad del polen en el aire es más alta.
  • Tomarse una ducha, lavarse el cabello y cambiarse la ropa después de trabajar o jugar afuera.
  • Evitar lugares con humos, polvo y otros factores irritantes.
  • Usar purificadores de aire especiales para remover el polen, aunque es posible que algunos de estos dispositivos no funcionen si ya hay polvo de plantas asentado en las alfombras y en los muebles.
Ruben
Ruben

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