Alcaparro: Cultivo, propagación y cosecha

El alcaparro (Capparis spinosa) es una planta arbustiva nativa del sudeste asiático y ampliamente extendida en la región mediterránea, y es famosa por sus capullos florales, conocidos precisamente con el nombre de alcaparras, que son muy apreciadas desde el punto de vista culinario.

Los tallos de esta mata son ramosos, tendidos, de 150 centímetros de largo y con muchas espinas. Sus hojas son arriñonadas, alternas y sostenidas por peciolos cortos. Los pedúnculos son muy largos, y cada uno de ellos termina con una atractiva flor única, cuya corola se compone de cuatro pétalos blancos recortados y grandes.

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Posiblemente la característica más particular del alcaparro sea el pedúnculo prolongado que atraviesa el cáliz, se ve en el centro de la flor, siendo más largo que los estambres, y en su extremo lleva el germen, que es muy corto y que luego se convierte en una baya carnosa.

Para su cultivo en jardines o huertos, esta especie prefiere los terrenos ligeros, pedregosos y areniscos, pero a su vez muy ricos en materia orgánica. Los suelos con mucha humedad o arcillosos no son recomendables si se desea que se desarrollen sin inconvenientes.

Debe tenerse en cuenta que, debido a que se trata de un arbusto típico de zonas cálidas, se puede cultivar en regiones con climas tropicales, subtropicales o templados, creciendo a pleno sol o en semisombra. No tolera las bajas temperaturas, siendo sensible a los registros inferiores a los -5 ºC.

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El alcaparro se puede multiplicar por semillas, por esquejes o estacas, por hijuelos o retoños, y por acodo. Para el primer método es conveniente establecer semilleros protegidos del frío en terrenos ligeros regándose moderadamente durante el tiempo de nacer con el fin de comunicarle frescura al terreno. El período más adecuado para la siembra de las simientes es a comienzos de otoño. El trasplante a su lugar definitivo puede hacerse a principios de primavera.

La multiplicación por esquejes es la que más comúnmente se practica con esta planta. Se escogen algunos tallos frondosos y fértiles, que divididos en trozos de unos 40 centímetros de largo, y habiendo formado uña en su extremidad inferior, se plantan en hoyos de 30 centímetros de profundidad por 60 centímetros de ancho.

En la multiplicación del alcaparro por hijuelos se observa la misma práctica en lo que concierne a la formación de los hoyos, con la única diferencia de que deberán ir más profundos. Al tiempo de arrancarlos se escogerán y sacarán de tierra aquellos con buenas raíces y antes de plantarlos se les dará una poda fuerte, suprimiendo la mayor parte de las ramas , dejando todas las raíces intactas, y quitando tan solamente las que se hallen heridas o dañadas.

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El acodo es igualmente un método fácil para reproducir esta planta. Para hacerlo, se dobla una rama, que se asegura bien con estaquillas para que no se pueda mover, y después se echan encima entre cuatro a seis dedos de tierra.

Si el acodo se hace con hendiduras finas, brotarán raíces mas rápidamente que si se deja el tallo ileso; y así es como se consiguen nuevas plantas bien arraigadas en el término de uno o dos años a mas tardar.

Cosecha de las alcaparras

Como se dijo previamente, se conoce como alcaparra al botón de flor del alcaparro antes de desenvolverse, por lo que su recolección no debe dilatarse después de que el mismo comience a mostrarse, sin esperar a que se abran las flores, porque de lo contrario se perderá la cosecha.

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La recolección de las alcaparras se hace muy temprano en la mañana, siendo preferible seleccionar aquellos capullos de tamaño mediano y descartar los muy gordos o muy chicos.

Ruben
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