Sandía: Cultivo, riego y cosecha

Originaria del continente africano, la sandía (Citrullus lanatus) produce un exquisito y enorme fruto que ha motivado que el cultivo hogareño o comercial de sus más de 1200 variedades se haya extendido a casi todo el mundo, sobre todo a aquellas zonas tropicales y subtropicales.

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Esto se debe a que la mayoría de los cultivares de sandía necesitan de una temperatura ambiente superior a los 25°C para crecer favorablemente, aunque existen algunas variedades tempranas pueden prosperar en lugares donde se registren temperaturas más bajas, gracias a que han desarrollado una mayor resistencia al frío y demandan un menor tiempo para su crecimiento. Otro factor ambiental que debe tenerse en cuenta es el porcentaje de humedad relativa óptima para el crecimiento de esta planta, que debe oscilar entre un 60 y 80 por ciento, sobre todo en la etapa de la floración.

En cuanto a las características del sustrato donde se va a realizar el cultivo, es conveniente saber que la sandía crece y produce mejor si dispone de un suelo arenoso-limoso, enriquecido con materia orgánica y fertilizantes.

Por lo general, cuando se desea criar una planta de sandía en un jardín o huerto, se acostumbra sembrar en primavera dos o tres semillas en tierra preparada en macetas y otro tipo de contenedores, para luego ralear hasta dejar una o dos de las mejores plantas. Para aquellas especies denominadas «sin semillas», conviene plantar una semilla por maceta y eliminar a las que no germinen.

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Tres semanas después de la siembra, se puede proceder al trasplante de la sandía a su lugar definitivo, colocando la joven planta de manera que el cepellón quede en contacto con el suelo para luego cubrirlo con la tierra o arena.  A continuación se agrega residuo orgánico y se cubre el suelo con una delgada capa de polietileno negro para incrementar la temperatura del suelo, disminuir la evaporación de agua y prevenir la aparición de las malas hierbas.

Esta práctica, que puede realizase antes de la plantación o después de la misma, también resulta útil para aumentar la concentración de CO2 en el suelo y mejorar la calidad del fruto, ya que evita el contacto directo del mismo con la humedad del suelo.

La sandía tiene raíces moderadamente profundas y el riego debe ser abundante antes de la plantación, para luego reemplazarlo por sesiones cortas y frecuentes hasta que la planta esté bien enraizada. Durante el desarrollo del ejemplar y hasta la floración los riegos se harán largos y escasos, pasando a ser luego cortos y diarios.

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Durante la etapa del cuajado y desarrollo del fruto, el suministro de agua debe ser largo y frecuente, para luego ampliar los intervalos de riego y volumen de agua en el período de maduración.

Sandía: Indicadores para la cosecha

Dependiendo de la variedad que se cultive, el fruto de la sandía podrá cosecharse después de transcurridos 75 (variedades tempranas) u 85 días (variedades de estación principal).

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En todo caso, para saber si una sandía se encuentra madura y en condiciones de ser cosechada, se deben tomar en cuenta las siguientes señales:

  • El zarcillo donde el tallo se conecta con el vástago de la fruta presenta un color marrón y está seco.
  • El color exterior de la fruta se hace más oscuro.
  • La cáscara se pone dura cuando se quiere penetrar con una uña y se torna áspera al tacto.
  • La base de la sandía, que se encuentra en contacto con el suelo, adquiere un color que va del verde claro hasta un tono amarillo.

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Ruben
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