Abonos y fertilizantes ecológicos para tu jardín

Cuando encaramos el proyecto de crear y mantener un jardín, una de las decisiones que debemos tomar refiere a nuestro compromiso con el medio ambiente y la pureza de las plantas y flores que elegimos en nuestro diseño. La clase de fertilizante que usaremos responde a esta decisión. Si nos planteamos una agricultura ecológica u orgánica, elegiremos fertilizantes que no alteren esta condición.

Como habremos oído, los fertilizantes ecológicos son restos de podas o vegetales, estiércol de ganadería u otros elementos naturales que no hayan sido contaminados por químicos o sustancias nocivas. Funcionarán como combustible de todos los microorganismos que viven en el suelo y, a su vez, estos producirán los minerales (azufre, calcio, fósforo, potasio, etc.) que alimentan a nuestras plantas, césped, arbustos y árboles.

Ahora bien, los fertilizantes naturales pueden ser de origen mineral u orgánico. Entre los minerales, encontramos algunas arcillas y bentonitas (el caolín, la atapulgita); rocas dolomíticas (que se descomponen en carbonatos como calcio y magnesio), fosfatos naturales, sales de potasio (como la silvinita y la kainita), etc. Los abonos minerales se normalizan con letras que indican sus principales componentes (por ejemplo, NPK designa nitrógeno -N-, fósforo -P2 O5- y potasio -K20). Suelen utilizarse como ingredientes de soluciones líquidas que pueden pulverizarse sobre la superficie del jardín.

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Entre los fertilizantes orgánicos encontramos el más famoso: el estiércol de ganado. Podemos utilizarlo directamente, como fertilizante simple; o convertirlo antes en compost, enriqueciéndolo y librándolo de virus y agentes patógenos. De origen orgánico también es la turba, una masa esponjosa oscura rica en carbono; el humus de lombriz; y los desechos de mataderos, entre otros.

Por otro lado, algunos elementos de nuestra casa que podemos utilizar como fertilizante son: hojas, césped, hortalizas, paja, ramas podadas, aserrín, saquitos usados de infusiones, cáscara de huevo, frutas, verduras y hortalizas, cenizas, borra de café o té, periódicos que sólo estén impresos en tinta negra, yogures caducados, corcho, papel de cocina, pelos, etc. Por otro lado, nunca debemos usar huesos ni carne, excrementos de animales domésticos, barnices, pegamentos, aserrín de maderas aglomeradas, ni cualquier material que no sea biodegradable.

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Cualquiera sea el fertilizante que usemos, debemos saber que la cantidad necesaria suele ser menor a la que imaginamos. Un exceso de abono puede quemar las raíces de la planta, mientras que una carencia sólo exigirá que se compense en el siguiente abonado. El mejor momento para aplicarlo es a comienzos de la primavera: debe esparcirse, y luego removerse la tierra para asegurarnos que tenga acceso a las raíces de nuestras plantas.

Fuentes: crisolnature.com.
Por María del Mar

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Cristian
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