Almácigos: Preparación y cuidados

Básicamente, los almácigos son pequeñas porciones de terreno bajo condiciones ambientales controladas, donde se siembran las semillas para su posterior trasplante, y que permite controlar con más facilidad todos los requerimientos de las plántulas desde su germinación.

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Lo primero que debe tenerse en cuenta es la calidad y condiciones en que se encuentran las semillas que se van a utilizar, cerciorándose de que las mismas hayan estado almacenadas en lugares frescos, ventilados y oscuros.

Aún así, y para asegurarse de que las semillas serán capaces de germinar, es necesario hacer una pequeña prueba, que consiste en tomar al azar alrededor de 10 semillas y colocarlas sobre una servilleta de papel humedecida, acomodada en la base de un recipiente ancho, plano y con bordes elevados.

Luego, el recipiente se cubre y se coloca en un sitio oscuro y cálido para completar la prueba de germinación, un proceso cuya duración dependerá del tipo de planta sembrada.

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Para montar los almácigos propiamente dichos, se puede recurrir al empleo de cajones de madera, hueveras, bandejas, macetas, envases plásticos, etc. que se rellenan con tierra fértil bien refinada.

Es importante que el sustrato se encuentre esterilizado, porque de lo contrario puede albergar hongos que pueden originar la denominada «enfermedad de los almácigos«, que se caracteriza por generar la pudrición de la base del tallo y del cuello de la raíz. En la actualidad, es posible conseguir bolsas con tierra debidamente tratada para evitar la aparición de esta y otras amenazas contra el desarrollo y la vida de las plantas.

La tierra se coloca en el contenedor elegido y se empareja la superficie, para luego comenzar con el proceso de siembra, que puede ser al voleo o en línea, dependiendo del tipo de recipiente y del tamaño de las semillas (las grandes suelen sembrase en línea, las más pequeñas, al voleo). Asimismo, es conveniente recurrir a los surcos para facilitar el posterior trasplante.

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Es necesario que el sustrato sembrado disponga de un buen nivel de humedad, pero siempre evitando los encharcamientos. Para ello se debe regar por las tardes apelando al uso de un pulverizador o de una regadera de lluvia muy fina.

Asimismo, es importante mantener estos almácigos en un lugar abrigado y con luz. También se puede colocar encima de los contenedores un vidrio u otro tipo de lámina transparente con el objeto de evitar una excesiva evaporación del agua.

 

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Una vez que las plantas germinadas han desarrollado cuatro o cinco hojas, o su tallo presenta el grosor similar al de un lápiz, se encuentran en condiciones de ser trasplantadas.

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Ruben
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