Remolacha (Beta vulgaris): Cultivo, riego y cuidados

Especie perteneciente a la familia de las Quenopodiáceas, la remolacha (Beta vulgaris) es una planta originaria de Europa de la zona circundante del Mediterráneo que se aprovecha con fines culinarios desde hace más de diez siglos, siendo su color y dulzor su principal característica.

Es una planta bianual que desarrolla una raíz gruesa y carnosa de color púrpura de tamaño variable. Sus hojas son del mismo color, con el pecíolo carnoso y lámina muy desarrollada, que pueden crecer hasta más de 50 centímetros de largo, de forma oblonga y reunidas en una roseta.

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Las hojas, cuando son hervidas, pierden su color morado y adquieren un aspecto similar a las de la acelga.

La remolacha florece durante la primavera, desarrollando una vara floral de más de un metro de altura. Las flores son pequeñas de color verde dispuestas en inflorescencias cimosas muy contraídas y de forma globular (glomérulos), axilares y reunidas en expigas.

Para un mejor crecimiento y desarrollo, las plantas de esta especie necesitan de temperaturas óptimas de 15ºC a 18ºC, con máximas de 30ºC y mínimas de 5ºC.

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Se recomienda su cultivo en suelos sueltos, permeables, con buen drenaje, y enriquecidos con materia orgánica. Deben evitarse los terrenos anegadizos, ya que el exceso de humedad puede terminar pudriendo las raíces.

La siembra de la remolacha se puede realizar de otoño a primavera directamente sobre el suelo, distribuyendo las semillas a chorrillo en líneas paralelas separadas entre sí por un espacio de 50 centímetros y a una profundidad de 1,5 centímetros.

Una vez producida la germinación de la simiente, se deben realizar carpidas superficiales y frecuentes con una azada hasta que las plántulas han llegado a la mitad de su crecimiento. Esta labor, que puede llevarse a cabo tres veces durante el período vegetativo. es necesaria para descompactar el suelo y al mismo tiempo eliminar las malezas que pudieran haber prosperado en el lugar.

Remolacha: Cosecha y conservación de las raíces

La cosecha de la remolacha tiene lugar cuando las raíces alcanzan un diámetro aproximado de 5 a 7 centímetros, descalzando las plantas con una pequeña azada u otra herramienta. Por descalzar se entiende al trabajo de retirar con cuidado la tierra que envuelve uno de los costados de la raíz, de manera de facilitar la posterior extracción de la remolacha tomándola de la sección radicular, ya que si se intenta extraerla tirando de la parte aérea sólo se logrará arrancar las hojas.

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Las raíces así colectadas se pueden almacenar hasta treinta días después, manteniéndolas en ambientes con 0ºC de temperatura y con un 90 por ciento de humedad.

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Durante su existencia, la planta de remolacha puede ser atacada por distintas plagas, siendo las más peligrosas y agresivas las del gusano alambre y el gusano blanco, que sólo pueden ser controlados mediante la aplicación de insecticidas de suelo.

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Ruben
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